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domingo, 23 de abril de 2017

Columna del Padre Maxi

Como todos los domingos compartimos con ustedes la columna del adre Maxi Turri
CAMINO PASCUAL Nº1




“Murió por nuestros pecados” (1 Cor 15,3)

Volvemos a encontrarnos en este camino que venimos transitando, y celebramos con toda la iglesia en el mundo la Pascua. Pascua que buscaremos descubrir juntos en su profundidad. La palabra pascua significa “paso”, paso de la muerte a la vida. Paso de esta vida a la vida del Padre (como lo define San Juan). Nos valemos para decir esto de un texto del nuevo testamento que lo afirma: “Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce” (1 Cor 15, 3-5)
Pablo trasmite lo que recibió oralmente. Ya que estos relatos nacieron en un contexto de trasmisión oral. Luego fueron pasados por escrito tal cuál los conocemos hoy en los textos bíblicos. 
Tomando la cita de San Pablo podemos reflexionar juntos: “Jesucristo fue entregado y resucitó”, esto fue lo primero que la Iglesia creyó y trasmitió. En un plano histórico: “fue entregado”, “resucitó”. Y en un plano de la Fe o de significados de los hechos: “por nuestros pecados” “para nuestra justificación”. Vale decir, lo que le significó y sucedió a Él y lo que significa para nosotros. Se unen historia y Fe en un mismo hecho -pasión, muerte y resurrección-. 
Un acercamiento puramente crítico y racional nos hace perder la fuerza que el hecho ha tenido. Para los que fueron testigos del milagro, el acontecimiento fue concreto. El mismo que había muerto en la cruz y lo habían sepultado, ahora ya no está más en la tumba, ¡está vivo! Muchos programas y películas, hoy en día, manifiestan esto. Se acercan al misterio de la resurrección solamente con una mirada separada de la Fe. Todos los estudios científicos no nos pueden llevar a aquello que los testigos vieron; a mirar el acontecimiento desde una mirada de Fe. Como dice el mismo San Juan: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos” (1 Jn 1,1)
Para creerle a él, es necesario aceptar que nuestra Fe se fundamenta en la tradición. Es la tradición la que nos remonta al mismo Jesús. Ya que la sucesión de testigos nos transmiten el milagro de que resucitó. 
Estimado lector, no tengas miedo a todos esos programas de cable que parecen poner en duda lo que creemos. La multitud de personas que han llegado a dar la vida por Jesús nos sirve de prueba irrefutable de que la resurrección del Señor es más que esos programas. 
El mismo Juan escribe en su evangelio: “sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,1) y también nos trasmite: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Esta es la lectura que los primeros cristianos entendieron de los hechos sucedidos. El amor que el maestro había anunciado se hizo concreto en su pasión, muerte y resurrección. 
La fe pascual de los cristianos requiere, entonces, que se crea en estas tres cosas a la vez: primero, que Jesús realmente murió y resucitó; segundo, que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación; y tercero, que murió por amor, no por la fuerza ni por la casualidad. 
Un gran santo de la historia, llamado San Agustín, escribió: “no es cosa grande creer que Cristo murió. Esto también lo aceptan los que no creen. Todos creen que cristo murió. La fe de los cristianos consiste en creer en la resurrección de Cristo. Tenemos la fe que Cristo resucitó. 
Nuestra Fe no se fundamenta sobre la prosperidad o sobre el éxito pasajero. Nuestra Fe se apoya sobre el Dios que se nos hizo cercano y que compartió el sufrimiento que nos oprime. Desde ese momento histórico los cristianos tenemos la fuerza de su resurrección, la fuerza de su Gracia, la alegría de sabernos amados. Nosotros no predicamos un encanto económico, ni milagros mágicos como hacen otros, predicamos la sobriedad cristiana. Estamos convencidos que esta sobriedad, este realismo, anuncia un Dios hecho hombre -un Dios profundamente humano-. Un Dios que también sufre con nosotros, que da un nuevo sentido a nuestro sufrimiento. Es este, un anuncio con un horizonte más amplio, con más futuro.
Nuestra Fe se fundamenta en lo que otros vieron y creyeron; para nosotros así heredar. Es la Tradición y la Escritura los dos pilares en los que se apoyan nuestra Fe. La Escritura como todo el fundamento de nuestro creer. Y la Tradición, en cómo ese creer se ha ido manifestando a lo largo de la historia. Historia cargada de hombres y mujeres que han sabido ser fieles o menos fieles a Dios. Pero historia que nunca ha dejado de ser escrita por la presencia de Jesucristo, el Señor de la historia. 
¡Hasta la semana que viene!