El fallo de la Corte Suprema que le permitió casarse a Juan Bautista Sejean y Alicia Kuliba obligó a modificar una ley que llevaba 100 años vigente en la Argentina.
Hasta 1987, en Argentina, si un hombre o una mujer que se había divorciado vivían con otra persona bajo el mismo techo, era adulterio, delito y podían ir a la cárcel.
Rehacer sus vidas no era legal. Fue la historia de Juan y Alicia la que hizo que eso cambiara. Una pareja de Buenos Aires que hace 30 años se enfrentó a los prejuicios de la época y que reclamó su derecho a tener otra oportunidad.
En el año 1978 Juan Bautista Sejean tenía 42 años, dos hijos y era juez de instrucción. Alicia Kuliba, de 27, trabajaba en la Cámara del fuero Contencioso Administrativo. Los dos estaban divorciados. Un día él la invitó a salir y ella le dijo que sí. Después de varias citas empezaron a convivir y hoy, 38 años y una hija más tarde, no se cambiarían por nada del mundo.
Para la Argentina del '78 que estuvieran juntos era un delito y 6 años después, cuando en 1984 nació Natalia, su hija, la situación empeoró. Fue entonces que tomaron una decisión que cambiaría sus vidas y las de casi 2 millones de personas en aquel momento: ir contra 100 años de historia y buscar que se cambie la ley.
Según Sejean el derecho es un dilema que se renueva constantemente, la misma encrucijada que hace 30 años hizo que se discuta el divorcio vincular y hace 7 el matrimonio igualitario: cuando las leyes empiezan a no corresponderse con la vida y los anhelos de las personas que tienen que cumplirlas entorpecen el desarrollo social. E Derecho es lógica pura, por eso cuando la ley contradice la lógica del hombre común, generalmente es una mala ley.
Cuesta pararse en el 2017 e imaginar un país en el que volverse a casar no sólo estaba prohibido, sino que vivir bajo el mismo techo con una mujer después de divorciado, tener una hija, querer formar una familia, podía llevar a alguien a la cárcel. Sin embargo, ese tiempo existió. La Iglesia se oponía, los políticos no querían meterse con un tema que siempre había sido "tabú" y la Justicia seguía a rajatabla la letra del derecho sin ánimos de querer cambiarla. Es por eso que la historia siempre necesitó de valientes que se animaran a discutirla.