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martes, 3 de enero de 2017

Inventores que murieron a causa de sus propios inventos

La física-química Marie Curie y Thomas Andrews, el ingeniero responsable del Titanic, entre otros. Historias de grandes mentes que fueron víctimas de sus propias creaciones.


La paradoja los invadió. Más bien, los mató. Dedicaron meses y años de esfuerzo, dedicación y dinero para lograr finalizar sus inventos. Aportes claves para la humanidad o -al menos- para las áreas específicas para los cuales fueron diseñados. Y sus vidas terminó debido a ellos.

Desde la aviación, la medicina, la imprenta, la ingeniería naval, la química. 5 historias curiosas en las que los inventores murieron utilizando sus propios inventos o por culpa de sus propios inventos.












1. Jean-François Pilâtre de Rozier (Globo aerostático)

El francés fue pionero. Marcó los primeros pasos de la aviación. En 1783, Jean-François Pilâtre de Rozier se ofreció como voluntario para el primer vuelo humano en globo aeroestático. Decía que no concebía la posibilidad de quedar afuera del honor considerando sus habilidades. El vuelo -exitoso- lo llevó al estrellato mundial.

Sin embargo, tiempo después otros dos hombres se convirtieron en los primeros en cruzar el Canal de la Mancha; logró que opacó la antigua hazaña de Rozier. Por eso, el inventor francés, herido en su orgullo, creó su propio globo que después llevaría su propio nombre -Rozier- para igualar la proeza. Aunque algo salió mal. El viento enfureció y provocó un cambio de dirección inesperado. El globo no resistió y se desinfló hasta estrellarse en Wimereux, en el Paso de Calais. Tanto Rozier como su compañero Pierre Romain murieron en el acto.


2-William Bullock (Imprenta)

En 1867, comenzó a desarrollarse lo que tiempo después se llamaría la Bullock Press. El inventor estadounidense William Bullock pergeñó una máquina de imprenta que no necesitaba la mano del hombre para funcionar. Se alimentaba a partir del mismo rollo de papel y se instaló como la primera destinada a los periódicos modernos.

La primera prueba de la máquina, en 1867, estuvo a cargo del propio Bullock, quien en un descuido dejó su pierna entre los engranajes y resultó terriblemente aplastada. La gangrena en la extremidad inferior no tardó en aparecer. Debieron operarlo de urgencia para amputársela, pero murió durante la intervención quirúrgica.

3-Alexander Bogdanov (Transfusiones para logra juventud)

En 1920, Bogdanov -un cofundador del Partido Bolchevique junto a Lenin que luego fue expulsado- comenzó a experimentar con transfusiones de sangre para "lograr la juventud eterna" o al menos un rejuvenecimiento parcial. Incluso convenció a Stalin para que creara el Instituto de Transfusión de Sangre.

Bogdanov se realizó 11 transfusiones de sangre que, de acuerdo a su consideración, le habían valido una mejoría en la vista y había paliado su calviacia. Sin embargo, la décimosegunda fue letal. Tomó la sangre de un estudiante que padecía malaria y tuberculosis y murió a los pocos días.


4. Thomas Andrews

Cuando diseñó la nave, Thomas Andrews solicitó que el Titanic tenga al menos 46 botes salvavidas. Pese a ser el principal ingeniero naval a cargo de su construcción, no le prestaron atención. Solo agregaron 20. El día del trágico hundimiento, su constructor formaba parte de la tripulación. Era su viaje inaugural.

Andrews pasó sus últimas horas de vida ayudando a los navegantes a encontrar sus chalecos salvavidas y ordenando sus subidas a los botes. Los sobrevivientes aseguran haberlo visto por última vez en el salón para fumadores de primera clase. Miraba obras de arte mientras su vida se desvanecía. Su cuerpo nunca logró ser recuperado, pero se lo recuerda como un héroe.


5. Marie Curie

Antes de morir, había obtenido los dos máximos reconocimientos en su profesión: el Nobel de Física y el Nobel de Química. A Marie Curie se le atribuyen numerosos avances en la radioactividad -palabra que ella misma acuñó- y el descubrimiento de dos elementos: el radio y el polonio. Tan determinante fue su aporte que promovió el desarrollo de los rayos X.

Sin embargo, sus descubrimientos fueron los que la llevarían a una muerte paradójica, pero evitable. En 1934, no tomó las precauciones adecuadas después de manejar material radioactivo. Por eso entonces, no se conocían los efectos nocivos de la radiación ionizante. Como consecuencia, murió tras una severa anemia aplástica.